La familia del Millonario
Nuevamente un lugar, que ya había
estado anteriormente.
Pero el cuál no había explorado.
La ocasión anterior se habló de dos cerros, que subían por una carretera y de
allí llevaban a calles de terracería, dando vuelta a la derecha y bajando por
el cerro se llegaba hasta una descuidada iglesia de pueblo. Esas indicaciones
no me parecieron atrayentes, aunque si había sentido curiosidad por explorar
dichos cerros, pero no fueron lo suficientemente llamativos.
Nos habíamos reunido un grupo de
personas. Aproximadamente unas diéz, no las conocía, pero entendía que estábamos
haciendo una especie de visita guiada.
Justamente hacia los cerros, de
lo que decían se convertiría pronto en zonas habitacionales, por lo que había
que disfrutar de una de las bellezas naturales que pronto se extinguiría ante
el avance de las ciudades aledañas.
Los cerros estaban cubiertos de
luz y bañados de las sombras del follaje, parecía ser primavera, pues había
flores y todo reverdecía.
Nos llevaron hasta un lugar donde
había unas ruinas. No eran ancestrales ni mucho menos, simplemente una especie
de obra negra de lo que iba a ser o sería una residencia.
Nos detuvimos allí y nos dejaron
explorar, la tarea era pintar o diagramar como es que sería el lugar.
Yo me dediqué a observar como
crecían los pastos sobre algunas lozas, y a disfrutar del frescor y del vaivén
de las luces y sombras. Algunos se pusieron a diagramar en sus tabletas, la
estructura que debería tener la construcción, mientras que otros se pusieron a
analizar el tipo de personas para los que habría sido creada la base del lugar.
Después de un rato me volví a
reunir con el grupo, sinceramente no recuerdo sus rostros, pero casi todos eran
adultos maduros. Un hombre que llevaba una tableta bastante grande, me mostraba los planos del
lugar de cómo quedaría la obra terminada.
Él comentaba que probablemente no
fuera una obra reciente ya que había muchos vestigios que indicarían se
trataría de alguna especie de templo antiguo. Mencionó que le llamaban la
atención estructuras de columnas corintias.
Lo que dio pie a un debate sobre
esto, ya que una mujer, que estaba escuchando, comentaba que podía ser simplemente una aplicación
actual para dar una imagen de status, elegancia y linaje dentro de una
construcción moderna. Ya que las columnas no eran de materiales antiguos ni
tenían el tamaño apropiado, por el contrario los radios de los vestigios
indicaban que no se elevaban muy altos como en los templos griegos que
mencionaba el hombre.
Era muy interesante escuchar todo
esto, pero no tanto por los datos arquitectónicos que intercambiaban, sino por
la seguridad y tranquilidad con que cada uno defendía su teoría.
Fui a ver que hacían las demás
personas y una que me llamó la atención fue, un muchacho, tendría veintitantos
que se encontraba esculpiendo en arcilla.
- - ¿Qué haces?
- - Estoy esculpiendo, como serían las personas iban
o van a vivir aquí.
- - ¿Pero cómo puedes saber eso?
- - Es simple, he encontrado vestigios de
esculturas, algunas son de figuras humanas con cuerpos atléticos. Las personas
que habitarían este lugar, serían adineradas, banales y frívolas. Deduzco que es
una vivienda familiar, la figura dominante, como es de esperarse, es la del
jefe de familia.
- - ¿Es a él a quién esculpes?
- - Así es. Si te fijas estoy haciendo una figura
muy fuerte, él es delgado y bastante alto. Pertenece a todas las épocas. En la
época actual seguramente sería caucásico, de ojos claros, estructura ósea
gruesa, pero dentro de lo atlético.
Que curiosas e interesantes eran
las teorías de las personas, yo no me había detenido a pensar en una propia,
salvo que el lugar me agradaba tal como era, medio domesticado, medio salvaje.
Ese “día” terminó y me encontraba
vagando nuevamente, por los lugares que me son familiares en el despierto. Pero
que están un poco lejos.
Iba acompañada de una persona por
la que sentía un vínculo afectivo fuerte. No pude leer su frecuencia
energética, para saber quién era. Desistí de indagar, su presencia me era
agradable y querida, eso bastaba.
No podía verle, ni escuchar su
voz, pero íbamos juntos y hablábamos con el pensamiento. La persona tampoco
podía verme, pero sabía que iba a su lado. Como si estuviéramos lejos pero
juntos.
Nuestros pensamientos se juntaron
y comprendí dónde había estado, por lo que deseó ir al lugar.
Su densidad era mayor que la mía,
su presencia pesaba más “físicamente” que la mía.
Llegamos a los cerros, tomamos él
que estaba a la izquierda y comenzamos a subir. Se había tornado mucho más alto
que en la visita anterior, en su base y hasta media altura ya había casas y
senderos, conformé subíamos se iba despoblando de árboles e iba cubriéndose de
nieve.
Sentí peligro, más adelante,
cerca de unos árboles secos había una gran mancha de sangre sobre la nieve. ¿A
lo mejor un venado? No había rastros de nada más que sangre, no había huellas
en la nieve, alrededor. Pero lo que hubiera estado allí era pesado, pues la
nieve estaba hundida. A propósito, mientras subíamos por la nieve, me llamo la
atención que la nieve emitiera un chirrido casi inaudible cuando pisábamos. Me
pregunté si en el mundo despierto, la nieve haría ese sonido cuando es muy
honda y se comprime.
La persona que me acompañaba se
alejó más y de inmediato sentí peligro. Caminaba sin parecer notar, hacia unos
cachorros de oso. La madre se encontraba un poco más arriba, cerca rondaba
también un macho. Lo cual era una amenaza segura. Probablemente los osos
habrían matado y devorado algo en el lugar donde estaba el manchón de sangre.
La persona pasó a centímetros de
la madre oso, ésta no se inmutó, era como si no estuvieran en el mismo lugar.
Seguramente yo me encontraba también en un lugar diferente al de la persona y a
la del oso, pero los tres de alguna manera podíamos entrelazar nuestros
pensamientos.
Al llegar a la cima, dejaba de
ser invierno para ser nuevamente primavera. Las ruinas de otro tiempo, ahora
estaban más completas. Definitivamente parecía la estructura de una vivienda
moderna, muy amplia.
Aunque las estructuras estaban
desnudas, se distinguía perfectamente el área de cocina y en ella había algunos
muebles. Todos se veían impecables, pareciera no estuvieran en la intemperie.
Fue todo lo que vimos y decidimos regresar.
Pasó otro “día”. Nuevamente nos
reunimos. No nos podíamos ver, ni oír. Pero nos sentíamos y podíamos entrelazar
nuestros pensamientos.
Inicio una conversación mental,
en el que la persona me transmitía imágenes del cerro y de la casa, había hecho
varias visitas y en cada visita la casa estaba más completa. La cocina fue lo
primero que se terminó. En cada visita se cocinaba algo cálido, de lo cual esta
persona se había estado alimentando. Aunque fue una conversación sin palabras,
la persona se deleitaba con la idea de regresar cada vez para saber que se
estaría cocinando en aquella estancia.
Le había advertido que no me parecía
prudente irrumpir en una casa, sobre todo sí se sospechaba que estaba habitada.
La persona dijo que vivía allí solo un muchacho como de 18 años, que no le
preocupaba mucho el compartir la comida.
Este ser tenía hambre, me
insistió para acompañarle y disfrutar de la compañía y los manjares.
Ahora más livianos ambos, más
etéreos, llegamos al lugar. Donde otrora se cernían ruinas y naturaleza, ahora
se levantaba una hermosa residencia, llena de mármoles, columnas de ónix negro,
aplicaciones de oro en los marcos de las ventanas.
Nos adentramos en el jardín, que
ya era propiedad privada, pero no ingresamos a la casa.
Toqué una pared para
buscar quién estaba en la casa. Llegaron las imágenes de las que mi compañero
me había hablado. Un muchacho de 18 años, cabello negro, bastante delgado. De
personalidad floja y alivianada. Varios jóvenes visitaban
la casa. ¿Fiestas? A veces se quedaban a dormir allí, pero no se veía ninguna
otra figura de autoridad. Al menos no ninguna figura paterna como había
descrito el muchacho de la arcilla.
Entramos. Las habitaciones eran
cálidas, había una chimenea de piedra, con esculturas de marfil. Varios tapetes
colgaban por las paredes, obras de arte, Cuarzos y piedras semipreciosas sobre
las repisas.
En la cocina, en el horno, algo
se preparaba. No olía a nada, ni se podía ver en el interior. Pero mi compañero
lo esperaba ansioso. En la casa ingreso el muchacho, nosotros podíamos verle
perfectamente, pero aparentemente el solo nos adivinaba.
Llevaba una gorra vieja y
deslavada, camisa de franela roja con cuadros negros, pantalones de mezclilla
nuevos pero muy holgados. Al entrar en la casa se percató de nuestra presencia
a lo que dijo:
- - No te preocupes, ya voy, pronto esta. También
quien viene contigo puede comer.
Saco del horno el platillo y lo
sirvió en el desayunador de la cocina. Eran Hot Dogs… ¡¿Hot Dogs?! ¡¿En un
horno?! No tiene absoluta lógica, pero este mundo no es lógico.
Hot Dogs, se pueden comer en
cualquier parte, estos no tenían nada diferente o extraordinario. La persona
comenzó a comer con gusto y el muchacho se sentó, dejo unos cigarrillos sobre
la mesa, y se desparramo en el asiento. Parecía estarse sobreponiendo de un
estado etílico.
Comenzó a comer. No quise probar
bocado, pero podía disfrutar de las sensaciones placenteras que experimentaban
ambos. La comida de esta manera no tenía sabor. Él sabor consistía en una serie
de sensaciones cálidas y relajadas; Llegar a un fuego acogedor, después de
haber escapado a penas por minutos de una lluvia torrencial, cerrar los ojos y
abandonarse a una buena bocanada de un cigarrillo recién encendido para olvidar
absolutamente todo, estar con otro en una amena charla mental silenciosa.
Encontrarse suspendido en el tiempo, donde no hay preocupaciones ni prisas.
Esto era muy agradable, aun sin
probar la comida, podía entender mejor, porque mi compañero se había deleitado
tanto con lo simple que se ofrecía en la suntuosa mansión.
Estuvimos acompañando al
muchacho, en lo que parecieron varias ocasiones. En sus reuniones con sus
amigos, en sus salidas, pero solo teniendo contacto con él dentro de su hogar.
En una ocasión le pregunté sin
palabras sobre lo que significaban los regalos que se encontraban sobre un sofá
cerca de la chimenea.
- - Ah, son obsequios de mi padre. Él sabe que han
estado viniendo, uno es para tu compañero y el otro es para ti. Mi padre es un
ser bastante generoso, de hecho nos ama a todos. Incluso ama a los que apenas le
conocen.
Mi compañero aceptó la ofrenda.
Los regalos estaban envueltos en esferas de papel, una verde y una roja. Él
tomó la roja, no presté mucha atención al regalo, pero parecía como una jaula
esférica de oro con detalles en piedras preciosas.
Estaba más atenta al muchacho,
quien de pronto cambió su expresión, por una de apuro y tensión.
- - ¡Rápido, mi padre ha llegado! ¡Escóndanse!
¡¿Qué rayos?! ¡¿Primero su padre
es un amor y ahora tenemos que escondernos despavoridos?! Esto es como el
manjar de Hot Dogs, no tiene absoluto sentido. Pero a donde fueres has como
vieres. Así que a esconderse.
Yo salí hasta el jardín, pero
sentí que no podía salir más allá. Empecé a hacer el sonido de un pájaro, como
me recomendó el muchacho. Pero me sentí tonta, porque mi forma era la misma del
mundo despierto.
Lo mejor esperar una buena
oportunidad para poder salir, por lo pronto deseaba saber cómo era aquel
hombre.
Entró por la puerta principal un
hombre alto, muy fornido, caucásico. No parecía una escultura griega como predijo
el muchacho de la arcilla. Aunque sí era bastante atlético estaba ligeramente
pasado de peso, más parecido su físico a un luchador de la AAA. Tenía el
cabello rubio, largo a los hombros y rizado, con rayos más claros en algunas
partes (evidentemente un trabajo de estilismo), sus ojos eran de un azul muy
profundo, su piel estaba enrojecida, parecía que gustaba mucho de broncearse,
llevaba una barba de candado, de la cual asomaban algunas canas. Sonreía
amablemente, con entusiasmo, dentadura perfecta, absolutamente blanca. Su piel
relucía como si se hubiera duchado reciente, aunque no había aroma, estoy
segura de que habría inundado la estancia con alguna fragancia muy exclusiva.
Cuando entró su presencia la
sentí muy pesada, no porque él fuera “bueno” o “malo”. Solo sentí como si al
entrar la gravedad se hubiera vuelto más pesada. Sentí un hueco en el estómago
y mucho vértigo. De momento no entendí porque alguien que aparentemente tenía
muchas cualidades me hacía sentir así. Lo que me recordó una charla con una
amistad, sobre cómo se siente estar enamorado. Pensé entre risas ¿Estoy enamorada?
Enamorarse se siente como peligro, como estar frente a la madre oso a punto de
atacar.
Me quedé muy quieta esperando,
para que no me encontrara, pero desde un lugar que me permitía observar.
Charló con su hijo, primero de
cosas banales. Pero iba recorriendo cada rincón. Su mirada se detuvo en los
alimentos, se sentía complacido ante los restos. Después se detuvo hacía el
sofá con los obsequios y nuevamente sonrió al ver abierto uno, para torcer su
boca cuando encontró el que me correspondía cerrado.
- - Sé que han venido. Puedo sentirlos en cada fibra
de mi cuerpo. Sé que han comido y que al menos uno ha aceptado mi ofrecimiento.
-
¿De qué hablas padre?-
- - Sabes de quienes hablo.
Prosiguió a buscarnos sin mucho
esmero, y se sentó en el sofá.
- - Vamos, salgan, que no hay de qué preocuparse.
Son bienvenidos en mi casa y en mi familia. Se han alimentado de mis reservas
por lo que son mis amigos. No sean tímidos y salgan, que yo los colmaré de más
riquezas, serán como hijos para mí.
Mi compañero se materializó, solo
entonces supe que era masculino, inicialmente solo era una persona. Ahora era una
figura humana que se deslizó borrosa hasta estar frente a este hombre. No podía
distinguir ningún rasgo, sus colores eran muy tenues. Pero parecía ser joven,
de la complexión del muchacho.
El hombre lo abrazo, sonrió,
miró, como si mirara a su propio hijo. Lo sentó en su regazó para sostener la
jaula esférica, y le prometió que le haría sumamente afortunado. Luego volvió a
desvanecerse, lo dejé de ver, seguía allí pero era menos fuerte su frecuencia.
El hombre se levantó, aplaudió y
dijo:
- - Vamos ahora contigo. Sé que estas, no vale lo
que mi hijo diga, ni que te escondas, si he fingido buscarte, ha sido mera
cortesía, porque sé que estás en el jardín.
- - Padre no hay nada en el jardín solo un tecolote.
Yo, asustada, traté de hacer el
sonido de un buhó, pero solo recordaba los trinos de los pájaros mañaneros. Por
lo que fuera de ayudar a ocultarme me delaté más.
- - “Tecolote”…, vamos no debes de tener miedo. Tal
vez no sepas quien soy, pero mi nombre habla de una familia noble, generosa, de
corazón brillante. No has comido de mi mesa y eso me apena terriblemente. Tal
vez consideraste una rudeza no comer si no había invitación del anfitrión. Ven
come conmigo.
No hubo respuesta, llegó su
esposa, hablaron de algo que no entendí bien y volvió a retirarse con su
chofer, para otro frenesí de compras.
Volvió a dirigir su pensamiento
hacía mí, esta vez sin palabras. Ya se había cansado de esperar, iba a
confrontarme directamente. Encontró mi escondite, mi forma era mi forma física.
Así que recordar que los tecolotes ululan era en vano. Palidecí, aunque él
trató de brillar con tranquilidad y cariño, lo único que deseaba era huir de
allí.
Comencé a correr, el hombre
caminaba tranquilo, pero con apenas unos pasos, me alcanzaba en mi carrera.
Me estrellé de frente a él, fue
como estrellarse en un muro de acero. Su pensamiento dijo
“Acepta”.
Su hijo grito – Padre es solo un
tecolote, déjalo ir.
Al instante me convertí en un
ave, en un pajarillo, un gorrión. Como pude salí. Pero tengo la impresión de
que él me dejo escapar. Quizá porque no comí su comida, ni acepté sus
obsequios.
Volando, ya no me encontraba en
un lugar semi domésticado, estaba en una ciudad. Había mucha gente y retomé mi
forma habitual.
Una mujer preguntó –Vienes de la
casa de los Gr… (no recuerdo el apellido). Eres afortunada, no cualquiera puede
ir allí. Si te ha aceptado puedes tener seguridad de que serás muy próspera.-
Muchas personas querían
convencerme de regresar, la curiosidad me regreso.
Cuando regresé me crucé por un
momento en un lugar que no entendí. Estaba aquel hombre, pero sin una forma
humana, era una cosa inmensa de llamas rojas y negras, en una pelea con una
especie de muerte de llamas negras y amarillas. Estaban estáticos, pero era
evidente que él perdía. Aquella muerte por otro lado, no encontraba la
debilidad de esa criatura, lo que impedía terminar la batalla. Pero en una
pequeña fracción de segundo yo pude contemplar la debilidad de ese ser. No
sentía deseos de usarla en su contra o empujar a favor aquella pelea. La muerte
amarilla se dio cuenta de mi contemplación, quiso entrar en mi mente para ver
lo que veía y saber lo que sabía.
Esa distracción fue suficiente para
que el ser de las llamas rojas y negras diera fin al encuentro.
Me sonrió y se evaporo.
Estaba nuevamente el hombre
descansando frente a la chimenea, su hijo charlaba con uno de sus hermanos, al
cuál ya no distinguí.
- - Me alegra que hayas regresado. No sé porque
huyes de esa manera si yo te quiero bien. Eres astuto y fuerte, pero te aseguro
que no más que yo. ¿Qué te parece si te propongo un juego?
No respondí, solo deseaba
observarlo, pero la idea de jugar si me llamaba la atención.
-
- Vas a dejar los tres mensajes que hay en la
ventana de la habitación de mi hijo mayor, y los llevarás a mis tres hijos
menores. Si mis tres hijos me desconocen por favorecerte, reconoceré tu
triunfo.
Volé hacia la ventana en una
forma indefinida como neblina. No había nada. Los mensajes estaban allí pero no
eran palpables, eran pensamientos dejados allí. A pesar de ello, no los podía
leer, era un pensamiento encriptado, solo podía sentir para quién era y donde
debía dejarlo.
Me convertí en ave, fui hasta
donde se encontraba el menor de sus hijos.
Un niño de seis años, de piel
pálida y cabellos dorados.
Entregué el mensaje, el cuál se
convirtió en papel a los pies del niño. Este lo leyó y sonrió.
- - Lo que me pide mi padre es muy sencillo. Eres
solo un gorrión. Iré a casa por mi ave de presa y con eso bastará para
eliminarte.
Eso era sencillo para él, así
terminaría muy fácil el juego. Un pez… él no quería que el juego terminara,
solo quería un pretexto para continuarlo.
Amaba los peces y la vida marina.
Un pez tropical me ganó su simpatía, me convertí frente a él y en el aire
comencé a flotar a su alrededor.
Él sonrió complacido, comenzó a
platicarme sobre la vida marina, mostrándome sus libros y sus dibujos.
- - Me quedó de tu lado y votó en contra de mi padre
en este juego. Ve ya a dejar los demás mensajes. Yo espero, ahora somos amigos.
El segundo mensaje era para la
segunda hija, tendía 9 -10 años. Un sobre se materializó sobre sus manos, lo
abrió, después de unos minutos dijo:
- - Los juegos de mi padre no son de mi interés. Me
da igual si gana o pierde. De hecho inclinaré mi voto al bando ganador, así que
vuelve a mí solo si la balanza se ha inclinado a tu favor.
El tercer vástago era una
doncella de unos 14 años, a quién me disponía a dejar el mensaje de su padre.
Pero antes de hacer cualquier cosa replicó:
- - Me niego rotundamente a saber cualquier cosa que
tú o mi padre tengan que decirme. Si quieres hablar conmigo deberás tocar mi
corazón, pero desde este momento encierro mi corazón dentro de una piedra para
que no puedas tocarlo.
El marcador quedaba por ahora
empatado, pero debía averiguar cómo llegar a romper la coraza de piedra de la
doncella. Empecé a visualizar y a desdoblar mi ser en dos entidades,
aparentemente independientes, pero que eran una simple proyección mía.
Cuando de manera abrupta el
despertador me jala de regreso al mundo de los despiertos.
Regreso totalmente debilitada y
sin energía.
El juego quedo inconcluso…