martes, 9 de agosto de 2016

Pueblito de Campo Santo



- ¿No te gustaría intentar? Es bastante popular.

- Sinceramente no es mío lo de las emociones fuertes.

- Es solo un juego, en realidad no pasa nada. Finalmente no puedes morir en él, aunque así lo parezca.

- Eso de devorar o ser devorado es algo que simplemente no me convence, pero qué más da. Tal vez tengas razón y resulte divertido.

El apocalipsis zombie era un juego que se había vuelto bastante popular. Había grandes espacios de ciudades abandonadas donde se podía jugar este juego. Se trataba de una especie de realidad aumentada en la que uno se iba olvidando sin darse cuenta de donde venía, para sumergirse completamente en la fantasía de cazar o ser cazado.

Había armas de alto poder, un clima de abandono total y pequeñas comunidades de cazadores y presas que se reunían para planear las mejores estrategias de supervivencia.
En un principio el juego me parecía bobo, como una especie de Gotcha en la que uno simplemente va corriendo por todas partas, disparando, tratando de hacer el mejor juego, pero sin abandonar por completo la realidad.

Sin embargo conforme ibas experimentando el peso de las armas, el dolor de las heridas. La angustia, adrenalina y miedo de los participantes ibas olvidando poco a poco quien eras, de dónde venías para convertirte en un personaje más de este juego.



Las emociones de los participantes eran demasiado “reales” los patrones en sus vibraciones eran idénticos a los que se hubieran presentado si la situación hubiera sido verdadera en lugar de un simple juego.

Al final me sumergí completamente en está fantasía, donde no solo había zombies, si no dinosaurios y demás animales que podían devorar tu cuerpo y sumergirte en el sueño de la muerte.

Recuerdo haber sentido mucho miedo al verme acorralada por un enorme animal y un grupo de zombies, mi arma no tenía más municiones, estaba lastimada y no había escapatoria. Los últimos instantes en el juego fueron bastante intensos, el miedo, la impotencia, el dolor y también el consuelo de que terminaría a los pocos segundos.

- ¿Un mundo donde devoras o eres devorado?... Ja, ja, ja … ¿Qué diferencia tiene eso con respecto al despierto?

Me ayudó a incorporarme. El cuerpo que había ocupado estaba siendo devorado. Pero no me preocupaba ni me producía la más mínima emoción. Era como haber abandonado el asiento de una atracción, uno no guarda apegos por un asiento en particular sino por la experiencia conjunta.

- Te dije que sería divertido.

Observé a mi alrededor a las personas que seguían sumergidas dentro de la fantasía.

- Confieso que me he divertido pero he tenido suficiente de esto.- dije mientras sonreía y reflexionaba sobre el miedo y el terror que había experimentado previo a ser devorada, ahora me parecía como si mis reacciones y pensamientos hubieran sido exagerados.


- Sé que te gustan los bosques y que frecuentas cabañas de madera y espacios similares. Encontré un lugar que pudiera ser interesante. Ven conmigo.

Me dijo quien había estado conmigo, pero de quien no podía distinguir una sola forma, sin embargo su presencia era demasiado fuerte casi palpable.

Guiándome por los aires, nos elevamos sobre los cerros que he descrito anteriormente, los que llevan a la casa del millonario. Sonriendo negó con la cabeza. No iríamos a ese lugar, aunque sería cercano.

Sin saber cómo ni cuándo, me encontré en la obscuridad. Era como si mi guía me hubiera abrazado y abrigado en su interior sin ser nada. Poco a poco fui sintiendo la temperatura del lugar. Era húmedo y un poco frío. Al principio todo seguía siendo obscuro pero poco a poco fui distinguiendo las siluetas de los árboles y algunos matices de color, era de noche pero habría alguna luz en lo alto que nos permitía ver algo de color.


- Más adelante hay una cañada donde hay luz, no es luz de día. Simplemente luz gris, como los cielos sin soles, pero es bastante claro y hay algo curioso que mirar allí.
Fuimos por el bosque, que parecía virgen, pues no había caminos, era siempre obscuro como una eterna noche. Nos detuvimos en un punto y cambiamos de dirección. Hasta llegar a una cañada. Había una división demasiado palpable entre el bosque de la noche y la claridad de la cañada, como si fueran dos mundos a parte que convergieran en ese punto.


Abajo en la cañada se apreciaba un claro con pasto alto, muy verde, crecían muchos pinos alrededor de una casa, que no era humilde. En ella vivía una mujer voluminosa de edad madura. Iba vestida de negro, su cabello era castaño y con mucho volumen. Estaba sollozando.
Nos acercamos para contemplarla.

Su tristeza era profunda, era amarga, era pesada. Nos enteramos que había perdido a su madre… pero eso no había sido recientemente, su madre ya tenía un tiempo de fallecida. Por alguna razón la había recordado, la amargura de su tristeza se debía a un arrepentimiento profundo que sentía, una acción, una palabra no hecha no dicha, que no le permitía superar completamente la perdida.

Mi guía permaneció contemplando más tiempo a la mujer. Yo me sentí más interesada por el lugar, por los árboles, por los detalles rústicos de madera de la fachada de la casa. Trataba de mirar si había otros caminos, si había alguno paso para llegar a otros lugares, para encontrar conexiones con otros sitios visitados, pero no encontré nada.  Era como si el bosque de la noche eterna rodeara todo lo demás y no permitiera más que contemplar ese punto.

- Vámonos. Este no era el lugar que tenía interés en que observarás. Pero había que hacer parada. Ya verás que es divertido lo que te encuentres allá.



Seguimos por el bosque de noche, algunas linternas de fuego ámbar comenzaron a indicar el camino. Había ahora un sendero delimitado por una vaya de troncos de árboles. Viajamos sobreun puente de tierra y roca que se elevaba por las barrancas.
En un principio me parecía como si viajara en mi vehículo blanco. Pero en realidad viajaba en nada y nada era yo.

Las luces comenzaron a apagarse empezaba a haber claridad en el camino, como si estuviera amaneciendo. Pero el Sol nunca salía, porque no había sol, solo una enorme superficie de nubes grises. La tierra cambio de color dividiendo, nuevamente, un lugar de otro. Era un pueblo en una pradera con varios arbustos. No había nadie, no caminaba nadie.

- Será mejor que esperemos, llegamos muy temprano, este lugar es hermoso pero solo cuando la luz se retira.

Descansamos en el límite del bosque, no hubo más pensamientos, no hubo conversaciones. Simplemente estábamos allí, lo cual me ayudo a regenerarme.
De pronto mi guía me despierta, la claridad comenzaba a desvanecerse para dar paso a la obscuridad. Cuando estuvo obscuro, un camino de veladoras se alumbro indicando todos y cada uno de los senderos del pueblo. Los arbustos florecieron de noche mostrando flores de colores como si se tratara de una ofrenda de día de muertos. La gente comienza a salir de sus casas, cargando velas. Esto se parece demasiado a la festividad de noviembre.

- ¿Estamos en un cementerio?

- Ja, ja, ja. No, aunque es muy parecido. ¿Te gusta?

- Me encanta… Siempre he querido contemplar los cementerios durante la festividad de muertos y aunque no sea un cementerio apuesto que es muy similar la sensación.


El clima era templado, aunque en un principio había obscuridad el cielo fue haciéndose un poco claro, lo que dejaba todo en semi penumbra haciendo más cálido el paisaje. Olía a flores de Cempasúchil, pero no tenía las notas de putrefacción que en el despierto, por el contrario tenía un aroma dulce tenue que acentuaba las notas de la primera inhalación. No había alimentos, solo flores y velas. La gente que salía de sus casas y platicaban en silencio, con los pensamientos.


- Ven acá- me dijo, llevándome hasta una casa decorada con farolas de papel.
Dentro de la casa estaba la mujer obesa. Seguía vestida de negro pero ya no estaba triste. Se encontraba haciendo farolas de papel, hablaba con alguien… aunque no se veía a nadie, quizá hablara con su madre.

Toco a la puerta un lechero, o eso parecía. Llevaba en un brazo una cesta de mimbre con un mantel. En ella había leche, quesos y pan. La mujer gorda salió a recibirle.
Su actitud, antes tranquila, cambio al verlo. No sabría decir si se tornó agresiva, sarcástica, eufórica… Pero tan pronto salió tomo al lechero por el cuello aplicando una llave en el brazo que llevaba libre.

- ¿Te sorprendes? – susurró en el oído al lechero la mujer gorda. – Deberías saber que yo soy libre de hacer lo que se me dé la gana. ¿Sabes por qué? Uno, porque mi madre está muerta. Dos, y más importante, porque…- y dijo algo aún más bajo, algo que solo el lechero podía escuchar.

La acción que siguió por parte de la mujer obesa, seguramente no correspondía con las palabras dichas en secreto al lechero, pues este dejo caer la cesta con las viandas sin intención de levantarlas. Lo que sea que le hubiera dicho era contrario a la acción realizada. Pero de ello no me interese por mucho tiempo, pues deseaba contemplar más el campo.

viernes, 24 de junio de 2016

Johnny Brewer

Johnny Brewer




En estos días he estado visitando un vecindario cuya particularidad consiste en edificios cuyos accesos (elevador/ escaleras) se caracterizan por ser extremadamente angostos.

En un elevador caben un máximo de tres personas y por las escaleras solo puede subir una persona a la vez, sin embargo los techos tienden a ser muy altos.

Por lo demás los departamentos son regulares salvo por alguna habitación que guarda estas extrañas proporciones con la escaleras y elevadores.


Nada relevante había pasado, simplemente visita a estos lugares, estar observando.
Hoy me encontré con personas que decían conocerme, eran muy similares a las que conozco en el mundo despierto, casi estoy segura que estas personas corresponderían a la del otro mundo.

- Oye nos gustaría organizar una salida. Quisiéramos saber si gustarías acompañarnos- dijo

- ¿Acompañarlos?- pensé, mientras se dibujaba una sonrisa sarcástica en mi rostro. –Incluso en este lado mi vida social había tomado, también, un giro interesante. Pensé en rehusar la invitación… pero qué más da… estoy en el lado de los que duermes. ¿Podría acaso estas salidas agotarme?

- Sí claro. ¿Qué lugar tienen en mente?- conteste finalmente, de manera casual, como si estuviera despierta, pero era más que consciente de que estaba dormida.

- Cómo hemos sabido que no te han gustado del todo los otros lugares. He sugerido uno que estoy segura será muy de tu agrado. Tal vez lo hayas escuchado. Se llama Johnny Brewer. Se encuentra más allá de aquel cerro.

El cerro que señalo, es aquel que siguiendo debería llevar a la casa del millonario, desviándose hacía el lado opuesto a lo que sería un pueblo.  Comencé a pensar que los lugares comenzaban a tener coherencia en lo que a su geografía refiere con sueños anteriores.


- ¿No te gustaría? –dijo con algo de preocupación. Me había perdido en mis pensamientos y me había olvidado de contestar.

- No conozco el lugar. Pero de todas formas iré. ¿Por qué has escogido este lugar?

- Es un lugar que tiene una ambientación medieval. Los meseros y el staff van vestidos de la época. El lugar tiene una iluminación baja y cálida. Cada noche hay una banda de power metal o metal medieval. Así que creo que podría interesarte y todos podríamos pasar un buen rato.

 



¿Power Metal / Metal Medieval? De dónde habrán sacado esas ideas. Igual se agradece la consideración. Pero me llamó la atención la manera en que pronunció que todos pasaríamos un buen rato. Me quedé pensando en el nombre del local “Johnny Brewer”. Sobre todo me llamaba la atención la palabra “Brewer” si mi lógica no fallaba esa palabra tendría que ver con cerveza. ¡Claro! Todos contentos.

- ¿Es un bar de cervezas?- pregunté. Ella se sonrojo y río un poco. 

- No tengo problema. Creo que será divertido.

Me dio las indicaciones para llegar al lugar. Tendría que pasar por un compañero ya que no tenía medio de transporte.

Conduje en mi auto blanco. Aunque tiene formas diferentes siempre es blanco. A veces me pregunto si no será el recuerdo de un auto que teníamos en la familia en el mundo despierto. Pero lo que sí sé es que me hace sentir muy segura y protegida. No importa el camino, no importa perderse allí esta como un compañero.





Llegué por el camino opuesto a la casa del millonario, hasta un pueblo lleno de casas de adobe amarillo, con mucha vegetación. Tuve que detener el vehículo en una calle cerrada que terminaba en círculo, en cuyo centro había un manantial de piedra rodeado de buganvilias.

Esperándome se encontraba mi compañero. Sentado escuchando música tropical en una vieja radio.


- Desde aquí el camino es a pie. Lamento no haberte avisado antes. No queríamos que eso te desanimara, en realidad como puedes ver no necesité ningún transporte para llegar. Y para ir a donde vamos tu auto es obsoleto. Será mejor que lo dejes parqueado en el estacionamiento del banco abandonado que está aquí en frente. No te preocupes no pasará nada. Pero dudo que tu coche quepa en ese espacio tan pequeño.

Ni siquiera lo pensé, apenas giré mi vista para ubicar el banco se encontraba allí estacionada una hermosa motocicleta blanca, con la misma esencia que mi vehículo emanando un “Ve tranquila, todo está en orden”.



La calle que en un principio parecía estar cerrada se abrió.

Caminamos por la calle que estaba rodeado de árboles, macetas con especias, flores, las luces eran amarillas y había varios puestos de comida.




Traté de memorizar el camino, el ambiente era agradable e invitaba a la comida. Seguramente Johnny Brewer sería un lugar delicioso.

La calle se fue transformando. Al principio mostraba los locales de comida, pero más adelanta mostraba aulas abiertas.

Cruzamos por un auditorio que estaba dividido por la mitad por la calle, los árboles y plantas igualmente aparecían, pero abandonando la calle, se encontraba uno dentro de un auditorio pulcro, obscuro, impecable. Parecía como si dos realidades se hubieran encimado.



Más adelante había un laboratorio escolar. Mi compañero me guiaba y tan pronto me detuve a pensar en las cosas una mano se asía a la mía, una compañera de la secundaria.
 Fue lo que me pareció, en realidad su rostro no se parecía a ninguna de mis compañeras del Despierto de esa época, pero la sensación era esa. Quizá la representación de toda ellas manifestada en una.

Sonreía, estaba divertida, como si estuviéramos jugando una especie de “coleadas”.
Después llegamos hasta un salón de clases con alumnos. Detuve a mis compañeros.

- Un momento, esta es mi escuela. Es mi preparatoria. ¿Qué tiene que ver esto con ir a Johnny Brewer?-

- Es el camino para llegar, debemos de cruzar todo esto y estaremos allí. Una taberna medieval que te va a encantar, con música metal, cerveza…-

- Sí, sí, eso lo sé. Pero quiero detenerme. Esta solía ser mi escuela, me gustaría observar un poco. Quiero ver que ha cambiado.

Nos detuvimos para observar. No había rostros ni sensaciones conocidas. Era la escuela pero era completamente diferente, nuevos alumnos, nuevos maestros, nuevas filosofías y formas de pensar.

Recorrimos un par de aulas. Nos detuvimos en una donde me pareció reconocer a un profesor de nombre Hipólito, cuyo nombre coincidía con el de un profesor del despierto. La clase refería sobre asuntos fantásticos, mitología, magia entre otras cosas.  – Me agrada este profesor, tiene el espíritu de querer aportar parte de su mundo personal a sus alumnos- pensé.




- En este mundo hay todo tipo de criaturas. Muchas veces no se pueden ver. Están entre nosotros, a veces nos observan, a veces simplemente pasan de largo. Pero en este momento tenemos tres visitantes.-

Tan pronto mencionó esto, los alumnos giraron sus miradas hacia nosotros. Como si no hubieran podido vernos hasta que el profesor hizo la observación.

- Por favor, quédense un momento con nosotros. Nos gustaría aprender de ustedes. Sé que cuando menos hay un vampiro entre ustedes.-

Miré a mi compañera, estaba tranquila no pensaba en nada, miré a mi compañero. Él sonrió mostrando todos sus dientes en una sonrisa perfecta y regular.

- Los colmillos no hacen al vampiro…- y de inmediato sentí dentro de mi boca unos afilados caninos. 

- Es verdad pero calla. – dijo entre risas como autor de aquel inusitado crecimiento dental.

El profesor nos invitó a compartir nuestras experiencias como visitantes en su aula. Los alumnos hacían preguntas de todo tipo pero sobre todo enfocadas en el vampirismo. Dirigieron algunas hacía mí. ¿Pero qué sé yo del tema? Traté de compartir lo que he aprendido en algunos foros del despierto. Pero sinceramente me sentía torpe y preferí dejar hablar a mis compañeros. Pero los alumnos y en especial el maestro parecían estar interesados en mi opinión del tema, como si de los tres fuera yo quien viviera de manera más intensa todo lo que refería al tema.

- ¿Cómo se siente la sed de un vampiro?- preguntaron

- ¿La sed?- porque iban a preguntarme eso a mí que jamás he entendido de que se trata eso. Sobre todo compartiendo puntos de vista con los autodenominados vampiros energéticos/ sanguíneos del despierto las experiencias son bastante opuestas.

- Dicen que es como sentir la necesidad de un tipo muy específico de energía y uno va y busca eso.-

- ¿Es decir que no se sienten débiles en ese estado?-

- Mmmm… creo que no. Solo sienten que les hace falta eso y cuando lo consumen son más fuertes, por el contrario se sienten más ágiles con los sentidos más agudos. Como un depredador que está a punto de iniciar la carrera sobre su presa.-

- No creo que las cosas sean así. Nosotros no queremos saber de lo que has oído, queremos saber de lo que tu sientes- dijo uno de los alumnos.




- Pero ustedes quieren cosas de vampiros y se están empecinando en ponerme esa etiqueta y mi asunto es diferente.-

- Por favor dinos como es. No sabemos cuándo volveremos a tener oportunidad de charlar contigo.-

Medité un momento sobre mi respuesta. Al final no sabía que es lo que querían, pero comencé a sentir vértigo. Tomé asiento y respire, estaba comenzando a sentirme agotada, verdaderamente agotada y débil. – No puede ser, estoy perdiendo energía… siento como sale de mí, no puedo permitirme esta fuga pues me dejará mal en el despierto- Levante la mirada.

Todos y cada uno de los alumnos estaban drenando mi energía, estaban guiados por el profesor quien drenaba de manera más ávida.

- La sed… se siente como debilidad, como falta de fuerza, como si la vida se escapara y estuviera uno luchando por aferrarse a ella… -

- ¡Corre!- grito mi compañero mientras me jalaba del brazo para sacarme del lugar.

- ¡Corre! Regresa pronto de dónde vienes ya no debes estar aquí.-

Fui tropezando, mis piernas se sentían de chicle, me sentía pesada pero iba regresando por donde vine. Los locales de comida estaban ya vacíos, las calles ya no brillaban con la calidez anterior.

Llegué hasta donde había dejado la motocicleta. La motocicleta se encontraba en el interior del banco abandonado…

Busque un tabique, una piedra, algo para romper el cristal y poder escapar en ella.
Encontré un palo de madera y rompí el cristal. Al romper el cristal todo se rompió en mil pedazos. Era como una escenografía que se quebraba para revelar la verdadera naturaleza del lugar.

Estaba dentro de mi habitación, de la casa “Encantada” que habite hace mucho tiempo en el Despierto. Era igual que como cuando viví en ella. Estaba consciente que su aspecto en el despierto sería muy diferente al de antaño. Pero se mostraba ante mi tal cual, con sus paredes blancas y su alfombra azul rey. En el baño sonaba el agua cayendo. Alguien había dejado la regadera abierta.



Aquel baño nunca fue utilizado, durante mi estancia en ese lugar. Ocasionalmente solía abrir la regadera para que circulara el agua o para lavar el baño. Pero nunca me agrado la manera en que caía el agua allí.

A pesar de estar muy cansada no podía evitar pensar en esa agua. Así que hice acopio de fuerzas para cerrarla. Al llegar al lugar, encontré la motocicleta blanca mojándose bajo la regadera. Cerré la llave y se seguía escuchando el sonido del agua solo que ahora parecía tratarse de oleaje. Entre dentro del espacio de la regadera y la pared del baño se desvaneció para mostrar lo que parecía ser un gran mar gris algo picado.


Me quedé a contemplar el agua para tratar de entender su significado. Solo venían a mi mente malas noticias en el despierto, energía pesada y densa.

Debo regresar ya. Aunque no estoy lista. “Desperté” poco antes de que sonara la alarma. Mi cuerpo agotado, yo agotada. La jornada pintaría difícil por la falta de energía.

Pero conforme fue avanzando la mañana me empecé  a sentirme revitalizada, como si el mundo de los despiertos me ofreciera el descanso y regeneración que no pude conseguir en el dormido.

Aun así la recuperación no fue absoluta y a la noche siguiente no pude abandonarme al onírico. Pues sentía que en el despierto había alguien robando mí aliento, alguien que no tiene cuerpo. Lo cual me despertó en dos ocasiones.

Trate de no pensar en ello y concentrarme en descansar.

Actualización:
Semanas después un grupo similar en número se acercó a mí para invitarme a beber de ellos. De sus bocas emanaba humo negro que revitalizaba mi flujo energético. Algo que solo duró un par de días. No deseo más que mencionar este dato.

martes, 24 de mayo de 2016

Monseñor del Pantano




Caminó por el pantano, seguida de los lugareños. El agua turbia les llegaba hasta las rodillas, continuaban en peregrinación sin perder de vista a la mujer.

Ella señaló un punto en el pantano donde el agua parecía bastante profunda. Se veía a su esposo nadando desnudo, llevaba en la boca una rama con frutos. De pronto, con fuerte impulso sale el hombre para alcanzar unas ramas altas de las que pendían frutos similares a los que llevaba en boca.

De su flácido vientre escurrían gotas de pantano deslizándose hasta las caderas donde nacía una monstruosa cola de pez que contrastaba en su delgadez con la complexión de aquel hombre. Giró su cabeza y al percatarse de su público, tomó la rama que llevaba en la boca y la agitó en señal de saludo.

Todo estaba perdido, la mujer  tomo su delantal y lo estrujo en sus manos con los ojos llorosos. Ese día morirían en la hoguera.



** - **

Tiempo después aquel pantano murió, conquistado por el hombre ofrecía ahora un paisaje pueblerino, conservaba aún  en sus alrededores bosques y agua.

A la entrada del pueblo se apreciaba un enorme arco con un escudo en plata en el que se describía a un hombre gordo con cola de pez sosteniendo una rama. Aparentemente aquella figura hacía las veces de un dios menor y era venerado por los habitantes del lugar.

El lugar era tranquilo, a pesar de que el pantano había muerto, el ambiente era cálido y agradable. Quizás el pantano no hubiera muerto del todo, tal vez habría esperado todo esto para transformarse, para poder observar y deleitarse con las nuevas criaturas que morarían en él.

Un hombre de piel morena, barba espesa y cabellos negros, residía en este lugar. Vestía con túnicas rojas con detalles en oro. Rondaba los 40 años y no se le conocía pareja ni hijos. Sin embargo era una persona respetada y venerada en el lugar.


Vivía de manera holgada, prestaba guía espiritual a las personas del lugar.
Fue así que una mañana de primavera llegó a su puerta un infante envuelto en sábanas.
No había nota ni rastro de la madre. El hombre se dedicó a cuidar del infante mientras buscaba información sobre el paradero de la madre. Así como de los sucesos que hubieran ocurrido aquella noche en la que seguramente fue abandonado.

- Monseñor el infante que lleva en brazos no parece ser un infante común. Observe con cuidado- dijo un joven señalando hacía el escudo de plata con el hombre gordo con cola de pez.

El Monseñor lo miró detenidamente.

- Tienes razón. Debe ser una señal de la buena fortuna, quién me envía a este niño para que cuide de él. Él traerá prosperidad a nuestras tierras.

Así fue como aquel hombre decidió hacerse cargo del infante. En las semanas que discurrieron una extraña calma se cernió en el lugar. La tranquilidad del lugar era alegre pero discreta. Un secreto oculto que reconfortaba los corazones.
Un día Monseñor salía para revisar un pendiente. Había dejado al infante dormido en la cuna y no tardaría.

A la salida un viejo se acercó y le dijo – Monseñor, no puede abandonar al niño. No debe perderle de vista ni un solo instante.

- ¿A que se refiere venerable señor? Le he dejado dormido y la criada está en los jardines donde le puede escuchar fácilmente si llora.

- Monseñor, los ojos que ahora miran al niño, son ojos que no descansan. No se ha percatado de como hoy ha invitado a otro huésped.

- ¿Otro huésped? ¿Dónde?

El anciano señalo la puerta de la casa de Monseñor, sentado se encontraba un niño que rondaría los 11 años. Su piel era blanca con algunos toques azulosos, como si se tratara de una carta que ha sido sumergida en agua y al salir la tinta ha dejado manchada la superficie del papel.  Su cabello caía lacio y enredado hasta los hombros, tenía algunos destellos rubios, pero presentaba la misma apariencia sucia de su rostro.

- Monseñor, eso que ve allí no es un niño, sino un espíritu maligno que ha venido a devorar al infante. Tan pronto pierda de vista a este ser, él le devorará.
Monseñor regresó presuroso a la casa, subió hasta donde dormía el infante y le encontró seguro.

Subiendo lentamente, el niño de la entrada le alcanzaba. Estaba sereno, su rostro no reflejaba ningún rasgo que pudiera ser maligno. Más bien daba la apariencia de que este niño se encontraba también perdido.

El hombre estuvo a punto de correr con insultos al espíritu maligno que ahora invadía su hogar. Pero no pudo hacerlo, las palabras eran inútiles para un ser que no es. Además aquel niño no le inspiraba ningún temor o desconfianza. Se podría decir que incluso sentía cierta simpatía por el muchacho.

Monseñor pidió a la mucama preparar el almuerzo para dos personas. No se separó ni un instante del infante y mientas sus pensamientos se concentraban completamente en el cuidado de este crío, el otro parecía desaparecer.
Una vez puesto el comedor. El niño del rostro deslavado se presentó y ocupó un lugar, pero no pronunció palabra.

Monseñor tomo al infante en brazos y comenzó a alimentarle. El nene comenzó a reir y a moverse como si en lugar de ofrecerle alimento le ofrecieran jugar.

El hombre no podía quitar la vista del niño de cabello largo. Quería hacerle tantas preguntas, pero al mirarlo, las palabras se detenían. Contemplarlo era contemplar un vacío que no tiene significado, era buscar palabras donde solo había silencio.

Guardó silencio y continúo alimentando al que tenía en brazos. A pesar del silencio que imperaba no se sentía incómodo o amenazado.

- Sé que éste que contemplo no es un niño. Me dijeron que ha venido a devorar a mi protegido. Sin embargo no me parece posible que tal cosa pueda llevarse a cabo por el inocente con quien comparto la mesa- Pensó.

- … Es posible…-

- ¿Pero por qué? ¿De verdad bastará un simple descuido para que la buena fortuna se aparte y se convierta en tragedia?

- Un solo descuido y devoraré a ese bebé, porque es lo que me han enviado a hacer.
El hombre saltó de la mesa sin soltar  al niño. No había habido ningún sonido, sin embargo había tenido una conversación mental con su invitado.

- ¿Qué has dicho?- replicó en voz alta
Pero el niño no se movió ni se inmuto.

- ¿Habré imaginado solamente  el dialogo anterior?- pensó en voz alta, con esperanza de que el niño contestará a través de su pensamiento. Pero no hubo palabras.

Miró al infante, quiso acercarse para mirarlo con detalle, pero cuanto más se acercaba más etéreo parecía. Solo se le podía apreciar bien a cierta distancia. Con la mirada preguntó si en verdad era un espíritu maligno. El rostro del infante permanecía inexpresivo. Sin embargo al hombre le pareció entender un “Es verdad, pero mientras mantengas un ojo vigilante no podré completar mi misión” en una mirada sin expresión.
Monseñor se inquietaba, no había hablado con ningún ser de esta manera, no estaba seguro si simplemente se contestaba a sí mismo, si imaginaba lo que deseaba saber o si verdaderamente había un dialogo sin palabras entre ellos.


Pasaron algunos días. La noticia del espíritu amenazante en casa de Monseñor ya se había disipado y la gente tratada de ayudarle con rituales para alejarlo. Sin embargo aquel niño permanecía allí. Mientras Monseñor se mantuviera alerta no debería de preocuparle la advertencia del anciano.

Fue así, que mientras la gente investigaba. Monseñor se dedicó a convivir en paz con su visitante. Algunos días parecía que aquel espíritu solo era una impresión de su mente y que en realidad jamás había existido.

Otras podía pasar todo el día a su lado, siguiéndolo a donde fuera. Pero Monseñor nunca se sintió amenazado. Podría decirse que incluso llegó a sentir cariño por él. Comenzó a hacerse a la idea de que no solo habría llegado uno sino dos herederos a su vida.

Las cosas se fueron tranquilizando un poco en el lugar. Un grupo de jóvenes habían emprendido un viaje para buscar unas grutas donde se decía que habrían de encontrar un tesoro que podría alejar al ave de mal agüero, pues habían descubierto que lo que anteriormente fuera el pantano ocultaba en sus aguas más profundas una serie de cavernas de las que se decía residían reliquias poderosas
.
Monseñor pasaba los días en tranquilidad, y llegó a preguntarse si podría ser verdad que ese niño pudiera devorar al otro. Como siempre no recibía ningún tipo de respuesta. Pero le parecía adivinar que aquel ser, tan solo era un espíritu solitario que deseaba un poco de compañía.

Fue así que Monseñor quiso poner una prueba. Dejo al infante dormido. Pidió a la mucama ir por algunos enseres al zoco. Monseñor se dirigió a los jardines un momento. No había rastro del visitante. Estaba tranquilo. Pocos minutos más tarde, comenzó a sentirse inquieto. Así que con cautela fue hasta los aposentos del infante.

Al asomarse por la puerta, encontró al visitante. En esta ocasión no parecía como si su piel estuviera deslavada, más bien daba la apariencia de ceniza. Las cuencas de sus ojos estaban vacías, en lugar de piernas salían varias serpientes de su abdomen.

Iba sigiloso, se acercó hasta la cuna, abriendo su boca de la que se veían innumerables colmillos.

Monseñor asustado, arrojo un florero hacia la criatura, levanto su crucifijo de oro y comenzó a orar.

El monstruo se había deslizado hacia las sombras desapareciendo. El crío lloraba.
Monseñor no consiguió conciliar el sueño en los siguientes días, y el visitante no había vuelto a aparecer.

Fue a buscar al anciano que le había advertido sobre el peligro para buscar una manera de librarse de esa aberración.

-Monseñor, mi nieto ha partido ya en busca de un sagrado manto de terciopelo rojo, cuyas cuerdas podrán apaciguar al demonio que te acosa y acosa la buena fortuna de este lugar. Pero debes dejarle muy claro a este ser, que no permitirás daño alguno, cuando hayan regresado con la reliquia deberás enfrentar al demonio para que abandoné la forma del inocente y puedas aprisionarle.

En la casa de Monseñor, ya no había habido paz. Monseñor no descansaba ni perdía de vista al crío. El visitante volvía a adoptar la forma de aquel niño un poco triste y solo, pero en su mirada podía notar la impaciencia por no poder cumplir con la sombría misión.
Fue un día que regresaron los jóvenes con Monseñor y le entregaron un hermoso manto de terciopelo en cuyo interior se encontraban las cuerdas de oro.

Monseñor fue a enfrentar al demonio, comenzó a incitarlo con rezos y a amenazarlo. En ocasiones abandonaba al niño para tentar a la bestia, pero Monseñor no iba solo. Todo el pueblo se había dispuesto a cazar a este espíritu, aunque solo correspondía a Monseñor someterlo con las cuerdas de oro.



El demonio acorralado cambio de forma. En esta ocasión tomo la forma de un hombre adulto, de piel grisácea, extremadamente delgado y alto. Arremetió contra los aldeanos. Pero estos vieron en este demonio todas las atrocidades cometidas contra inocentes y se enfurecieron.

Son darle tregua lo llevaron hasta un lugar que habían preparado para someterlo. Una vez allí, solo a Monseñor correspondía doblegar con las cuerdas.
La batalla fue extenuante, pero el demonio se encontraba debilitado y acorralado. Haciendo acopio de todas sus fuerzas Monseñor sometió al demonio quien quedó inmovilizado sobre su regazo.

- ¿Por qué me haces esto?- suplicó el espíritu en palabras humanas. Tomando la primera forma de su visita, suavizando su voz implorando a Monseñor.

- Has venido a comerte al infante que traerá fortuna a nuestra gente, no es posible que te permita otro destino que este. Además todos han visto los pecados que has cometido.
El demonio dejo caer  tiernas lágrimas a los pies de Monseñor.




- Pero yo no he cometido nunca pecado alguno. Vine hasta a ti porque te encontré hermoso y he querido ayudarte librándote del mal. Pero ahora has volteado a toda la gente en mi contra y me tienes indefenso a tu merced.´

El demonio tenía nuevamente la forma de un niño, pero mostraba ahora aún más fragilidad. Monseñor se compadeció, pues ahora podía ver realmente a un niño vulnerable. Recordó cuando a este también le había considerado su hijo, aunque fuera solo por un breve lapso. El hombre comenzó a acariciar los cabellos del niño para tratar de consolarlo pues no salían de su boca palabras.

- Déjame ir, no me puedes tener así-

- Pero si te dejo ir arrematarás contra mi protegido.

- Sí lo haré pero de igual forma debes dejarme ir. No debes tenerme así.

Monseñor encontró cínica la petición de este demonio, por lo que se disponía a cubrirlo con el manto para que éste entrara en sopor y no pudiera hacer más daño.

- Si he de devorarlo es en tu beneficio. ¿Acaso estando en tu casa has sentido alguna amenaza de mi parte? ¿Cómo te explicas que el daño nunca fuera para ti? No has pensado que el verdadero demonio aquí no soy yo si no aquel a quien proteges…

Monseñor no le permitió terminar, cubrió al demonio con el manto. El cual dejo de moverse y éste se redujo a su mínima expresión.

Envolvió el manto y reforzó con lo que sobraba de cuerda. Entrego a los jóvenes el manto con el espíritu encerrado para que se deshicieran de él. Enterrándolo en la más profunda caverna donde nadie pudiera dar con él.
Regreso a su casa. Descanso en la mecedora, arrullando a su protegido. Mientras miraba el rostro del crío le parecía notar cada vez con mayor certeza que ese que estaba en sus brazos, no era del todo humano ni del todo indefenso… ¿Sería que el verdadero peligro radicaba en lo que protegía?